Dice un refrán de sabiduría popular: “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Es decir, que se le otorga más peso e importancia a los conocimientos que se adquieren por experiencia, que por otros medios formales o estructurados. Es un argumento con el que me puedo relacionar con mucha facilidad. Quién tiene una abuela que le heredó recetas de cocina, o una tía que le enseño clases de baile, una hermana con la que aprendió música, una amiga que le habló sobre amores. Quién ha enseñado a su hija sobre valores, música, ciencias , matemáticas, a: “lucha por lo que crees”. Entender la vida es un asunto de letras y realidad.
Desde muy pequeña, mi lenguaje se nutrió de refranes, que brindaban particulares matices a las conversaciones familiares. Mi familia, un matriarcado por generaciones, encontró en el uso frecuente de refranes, una interesante forma de transferir, aun sin estar consciente de ello, el legado del conocimiento familiar. Entre éstos: los remedios caseros, la disciplina, las lecciones de vida. Era de suma importancia la escucha ya que: “el que no escucha consejo no llega a viejo”. En fin, en mi familia, los refranes han sido uno de los instrumentos más importantes para transmitir: conocimiento, filosofar, reflexionar y alimentar el intelecto.
Las virtudes propias de una familia dirigida por mujeres, que usan los refranes populares para transmitir conocimiento de la vida, sin duda pone en perspectiva mi propia definición sobre la historia y el trabajo intelectual de las mujeres; pero más aun sobre mi propia historia y desarrollo como mujer.
La escritora, oradora y activista Helen Keller dijo: “ lo único peor a no tener vista es no tener visión”. Cómo percibimos e interpretamos nuestras situaciones cotidianas , dónde estamos y hacia dónde queremos llegar. ¿Podemos contestarnos a partir del intelecto o desde nuestra experiencia de vida? Intellectus, proviene del latín que significa “entre escogido”, hace referencia al entendimiento y la facultad de pensar, comprender y entender el mundo que nos rodea. La intelectualidad es entonces, la facultad de la inteligencia; y la persona intelectual es la que se dedica a reflexionar y comunicar sobre: las ciencias, el arte, y la cultura. Legado que ha estado a cargo de las mujeres desde tiempos antiguos.
Las mujeres han sido y siguen siendo el pilar fundamental en la entrega: social, cultural, económica, política, entre otros planos, del conocimiento, que ha contribuido al desarrollo y evolución de la humanidad. Sin duda alguna, puedo expresar que la mujer ha sido una revolucionaria intelectual y proveedora del cambio, la iniciativa, la creatividad, y el conocimiento, generación tras generación. La historia lo confirma. Mujeres como: Marie Curie, Virgina Woolf, Frida Kahlo, Teresa de Calcuta, Helen Keller, entre otras.
Me encantaría que ahora podamos seguir filosofando y reflexionando, mientras nos tomamos una taza de té o café, y que nuestro pensamiento nos lleve más allá, que dialoguemos sobre nuestro rol como emisoras del conocimiento. Desde épocas antiguas, las mujeres, como cuidadoras de las hijas e hijos, (por delegación ,o decisión), hemos sido las encargadas de nutrir el desarrollo del lenguaje. A través de los sonidos, canciones y símbolos. Con el desarrollo del lenguaje se fue adquiriendo y desarrollando el conocimiento.
Transmitimos el conocimiento de generación en generación. Enseñamos: las destrezas básicas para la vida, educamos sobre valores, impulsamos los sueños de nuestros hijos e hijas, batallamos por la equidad, y compartimos la visión de tener un mejor mundo; comenzando desde nuestro círculo primario, nuestra familia. Aportamos a la comunidad intelectual contribuyendo con el desarrollo de la ciencias, las artes, la cultura, pero también contribuimos compartiendo el valioso conocimiento de entender el mundo que nos rodea, esa maravillosa capacidad que proviene desde nuestras experiencias de vida.
Mis antecesoras me enseñaron los colores del lenguaje a través de los refranes y con ello, la habilidad para desarrollar herramientas personales. Todas somos emisoras de conocimiento. Louis L’Amour dijo: “ El agua no fluye hasta que la llave no sea abierta”. Así que, mientras seguimos tomando de nuestra taza, reflexionemos sobre nuestra posición, visión y el legado que poseemos en nuestras manos; el conocimiento más sublime que proviene de nuestra experiencia, nuestra visión de mundo, vamos a colorearlo con nuestras ideas, sueños y metas. Entender nuestro mundo partiendo de nuestro intelecto es una virtud, pero entenderlo desde la experiencia misma que nos provee la vida y transmitirlo a los demás, eso es sabiduría.
Author Lcda. Keila C. Arismendi, M.A Published on Sep 04, 2019 at “Mujeres con Vision“
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